domingo, 31 de mayo de 2015

¿Estamos ante un libro feminista o de raza?

En la cuestión se abordan ambos asuntos, es una obra que intenta abrir la zanja del feminismo, te incita a que reflexiones sobre eso y también de raza, no podríamos decir groso modo que no trate de las dos cosas. Ahora bien, el asunto principal, lo que hay debajo de todo, es la cuestión de la raza, ya que la autora lo que intenta despertar con esta obra es concienciar a todos los seres humanos de que el color de la piel no da derecho a la exclusión social.

Las mujeres con dinero, blancas o negras, necesitan saber que el feminismo no tiene que ver con la idea de vestirse para el éxito o con convertirse en una ejecutiva de una gran empresa o con ganar un puesto electoral; no se trata de hacer posible un matrimonio con dos carreras y unas vacaciones de ski y pasar una gran cantidad de tiempo con tu marido y tus dos maravillosos hijos porque tienes una trabajadora doméstica que hace que todo eso te sea posible, pero que no tiene ni el tiempo ni el dinero para hacerlo ella misma; no tiene que ver con formar una asamblea feminista o con pasar un fin de semana en un taller carísimo sobre cómo enfrentarte al patriarcado.

A menudo las feministas blancas actúan como si las mujeres negras no supiesen que existía la opresión sexista hasta que ellas dieron voz al sentimiento feminista. Creen que han proporcionado a las mujeres negras la liberación. No entienden, ni siquiera pueden imaginar, que las mujeres negras, así como otros grupos de mujeres que viven cada día en situaciones opresivas, a menudo adquieren conciencia de la política patriarcal a partir de su experiencia vivida.

Estas mujeres negras veían el discurso de las feministas blancas sobre la tiranía masculina y la opresión de las mujeres como si hubiera una «nueva» revelación y ésta tuviera muy poco impacto en sus vidas. Para ellas no era más que otra indicación de las condiciones de vida privilegiadas de las mujeres blancas de clase media y alta que necesitaban una teoría que les dijera que estaban «oprimidas». El hecho es que la gente que está de verdad oprimida lo sabe incluso si no se compromete con una resistencia organizada o es incapaz de articular de forma escrita la naturaleza de su opresión. Esas mujeres negras no veían nada de liberador en los análisis. Ni el hecho de que las mujeres negras no se hayan organizado de forma colectiva en gran número alrededor de los temas del «feminismo» —muchas de nosotras ni conocemos ni usamos el término— ni el hecho de que no tengamos acceso a la maquinaria del poder que nos permitiría compartir nuestros análisis o nuestras teorías sobre el género con el público estadounidense, niegan su presencia en nuestras vidas ni nos sitúan en una posición de dependencia en relación con las feministas, blancas o no, que alcanzan a una mayor audiencia.

Los estereotipos racistas de la mujer negra fuerte, sobrehumana, son mitos en la mente de muchas mujeres blancas, mitos que les permiten ignorar hasta qué punto las mujeres negras son víctimas en esta sociedad y el papel que las mujeres blancas juegan en el mantenimiento y la perpetuación de esa victimización.

Como grupo, las mujeres negras están en una posición inusual en esta sociedad, pues no sólo están en el fondo de la pirámide ocupacional, sino que nuestro estatus social es más bajo que el de cualquier otro grupo. Al ocupar esa posición, aguantamos lo más duro de la opresión sexista, racista y clasista. Al mismo tiempo, somos un grupo que no ha sido socializado para asumir el papel de explotador/opresor puesto que se nos ha negado un «otro» al que podamos explotar u oprimir. Las mujeres blancas y los hombres negros están en ambas posiciones. Pueden actuar como opresores o ser oprimidos y oprimidas. Los hombres negros pueden ser víctimas del racismo, pero el sexismo les permite actuar como explotadores y opresores de las mujeres. Las mujeres blancas pueden ser víctimas del sexismo, pero el racismo les permite actuar como explotadoras y opresoras de la gente negra. Ambos grupos han sido sujetos de movimientos de liberación que favorecen sus intereses y apoyan la continuación de la opresión de otros grupos. En la medida en que ambos grupos, o cualquier otro grupo, definen la liberación como la posibilidad de adquirir la igualdad con los hombres blancos de la clase dominante, tienen intereses creados en la continuidad de la explotación y opresión de los otros.

Un ejemplo claro aparece en el libro que estamos tratando Ojos azules de Toni Morrison, en el cuál se especifica de forma clara que cuando un negro era tratado mal por un blanco, él descargaba la ira que no podía descargar con el blanco al llegar a casa, con su mujer, y le pegaba como si se tratara de un hombre.

Las mujeres negras sin «otro» institucionalizado al que puedan discriminar, explotar u oprimir tienen una experiencia vivida que reta directamente la estructura social de la clase dominante racista, clasista y sexista, y su ideología concomitante. Es esencial para el futuro de las luchas feministas que las mujeres negras reconozcan el punto especial de ventaja que su marginalidad les otorga y hagan uso de esa perspectiva para criticar la hegemonía racista, clasista y sexista así como para imaginar y crear una contra-hegemonía. Tienen un papel central que jugar en la formación de la teoría feminista y una contribución que ofrecer que es única y valiosa.

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