En la cuestión se abordan ambos asuntos,
es una obra que intenta abrir la zanja del feminismo, te incita a que
reflexiones sobre eso y también de raza, no podríamos decir groso modo que no
trate de las dos cosas. Ahora bien, el asunto principal, lo que hay debajo de
todo, es la cuestión de la raza, ya que la autora lo que intenta despertar con
esta obra es concienciar a todos los seres humanos de que el color de la piel
no da derecho a la exclusión social.
Las mujeres con
dinero, blancas o negras, necesitan saber que el feminismo no tiene que ver con la idea de vestirse
para el éxito o con convertirse en una ejecutiva de una gran empresa o con
ganar un puesto electoral; no se trata de hacer posible un
matrimonio con dos carreras y unas vacaciones de ski y pasar una gran cantidad
de tiempo con tu marido y tus dos maravillosos hijos porque tienes una
trabajadora doméstica que hace que todo eso te sea posible, pero que no tiene
ni el tiempo ni el dinero para hacerlo ella misma; no tiene que ver con formar una asamblea
feminista o con pasar un fin de semana en un taller carísimo sobre cómo
enfrentarte al patriarcado.
A menudo las feministas blancas actúan como si las mujeres negras no
supiesen que existía la opresión sexista hasta que ellas dieron voz al
sentimiento feminista. Creen que han proporcionado a las mujeres negras la
liberación. No entienden, ni siquiera pueden imaginar, que las mujeres negras,
así como otros grupos de mujeres que viven cada día en situaciones opresivas, a
menudo adquieren conciencia de la política patriarcal a partir de su
experiencia vivida.
Estas mujeres negras veían el discurso de las feministas blancas sobre
la tiranía masculina y la opresión de las mujeres como si hubiera una «nueva»
revelación y ésta tuviera muy poco impacto en sus vidas. Para ellas no era más
que otra indicación de las condiciones de vida privilegiadas de las mujeres
blancas de clase media y alta que necesitaban una teoría que les dijera que
estaban «oprimidas». El hecho es que la gente que está de verdad oprimida lo
sabe incluso si no se compromete con una resistencia organizada o es incapaz de
articular de forma escrita la naturaleza de su opresión. Esas mujeres negras no
veían nada de liberador en los análisis. Ni el hecho de que las mujeres negras no
se hayan organizado de forma colectiva en gran número alrededor de los temas
del «feminismo» —muchas de nosotras ni conocemos ni usamos el término— ni el
hecho de que no tengamos acceso a la maquinaria del poder que nos permitiría
compartir nuestros análisis o nuestras teorías sobre el género con el público
estadounidense, niegan su presencia en nuestras vidas ni nos sitúan en una
posición de dependencia en relación con las feministas, blancas o no, que
alcanzan a una mayor audiencia.
Los estereotipos racistas de la mujer negra fuerte, sobrehumana, son
mitos en la mente de muchas mujeres blancas, mitos que les permiten ignorar
hasta qué punto las mujeres negras son víctimas en esta sociedad y el papel que
las mujeres blancas juegan en el mantenimiento y la perpetuación de esa
victimización.
Como grupo, las mujeres negras están en una posición inusual en esta
sociedad, pues no sólo están en el fondo de la pirámide ocupacional, sino que
nuestro estatus social es más bajo que el de cualquier otro grupo. Al ocupar
esa posición, aguantamos lo más duro de la opresión sexista, racista y
clasista. Al mismo tiempo, somos un grupo que no ha sido socializado para
asumir el papel de explotador/opresor puesto que se nos ha negado un «otro» al
que podamos explotar u oprimir. Las mujeres blancas y los hombres negros están
en ambas posiciones. Pueden actuar como opresores o ser oprimidos y oprimidas.
Los hombres negros pueden ser víctimas del racismo, pero el sexismo les permite
actuar como explotadores y opresores de las mujeres. Las mujeres blancas pueden
ser víctimas del sexismo, pero el racismo les permite actuar como explotadoras
y opresoras de la gente negra. Ambos grupos han sido sujetos de movimientos de
liberación que favorecen sus intereses y apoyan la continuación de la opresión
de otros grupos. En la medida en que ambos grupos, o cualquier otro grupo,
definen la liberación como la posibilidad de adquirir la igualdad con los
hombres blancos de la clase dominante, tienen intereses creados en la
continuidad de la explotación y opresión de los otros.
Un ejemplo claro aparece en
el libro que estamos tratando Ojos
azules de Toni Morrison, en el cuál se especifica de forma clara que
cuando un negro era tratado mal por un blanco, él descargaba la ira que no
podía descargar con el blanco al llegar a casa, con su mujer, y le pegaba como
si se tratara de un hombre.
Las mujeres negras sin «otro»
institucionalizado al que puedan discriminar, explotar u oprimir tienen una
experiencia vivida que reta directamente la estructura social de la clase
dominante racista, clasista y sexista, y su ideología concomitante. Es esencial
para el futuro de las luchas feministas que las mujeres negras reconozcan el
punto especial de ventaja que su marginalidad les otorga y hagan uso de esa
perspectiva para criticar la hegemonía racista, clasista y sexista así como
para imaginar y crear una contra-hegemonía. Tienen un papel central que jugar
en la formación de la teoría feminista y una contribución que ofrecer que es
única y valiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario